Existen unas tierras donde hace más de dos mil años había tribus como la de los zoelas, tribus prerrománicas pertenecientes al pueblo de los astures. Tribus de origen desconocido y probablemente las más antiguas de la Península. Vivían donde una enorme serpiente de pizarra y granito recorre la frontera galaico-leonesa.
Dicen de Los Ancares que es un mundo de silencio donde el ruido lo pone el viento”


23 de agosto
Madrid-Babia-Teverga-Somiedo (492 km)

Iniciar un viaje en moto saliendo del garaje de casa siempre me produce una emoción especial y si es a primera hora de la mañana más aún. Salir un poco antes del amanecer y que la luz del día te alcance conduciendo es la primera sensación que hace de un viaje en moto tu aventura personal. Este año mi amigo Nando Dívar y yo nos disponíamos a adentrarnos en una zona de paisajes y leyendas desconocida para nosotros.

Había hecho mucho calor en Madrid los días anteriores pero a las 7:00 de esa mañana la temperatura era muy agradable para ir en moto. La ruta del día nos llevaría hacia las tierras de Babia, una poética y elevada comarca leonesa que fuera famoso cazadero de los reyes de León, que “estaban en Babia” cuando querían descansar; concluiríamos la jornada en territorio de osos, Somiedo.

Nuestro primer encuentro es con el pantano de Barrios de Luna (1120 m), embalse de una gran belleza natural sobre cuyas aguas cruza el gigantesco puente que forma parte de la autopista León-Asturias y recibe el nombre del ingeniero Fernández Casado, inaugurándose en 1983. Durante algunos años tuvo el récord mundial de longitud de un puente atirantado (643 m) y actualmente es el puente con el mayor vano, distancia entre apoyos de la estructura, de España (440 m).




Pasando por debajo del puente y en dirección a Villablino alcanzamos la localidad de San Emiliano (1179 m). Esta población está situada en un valle al abrigo de la ingente mole de Peña Ubiña (2417 m), una de las de mayor altitud y más impresionantes vistas de toda la Cordillera Cantábrica pero “la encaimada” se fue adueñando del aire y de su transparencia y el majestuoso Ubiña desapareció de nuestra vista mientras ascendíamos hacia el Puerto de Ventana (1587 m). En un día despejado este alto es una ventana abierta a un enorme paisaje pero hoy la niebla le ganaba la partida al sol de la mañana y la panorámica era imposible.




Desde aquí la bajada hasta La Plaza (Teverga) nos introdujo en un bosque primitivo lleno de castaños, robles y helechos. La sinuosa carretera tan pronto cruzaba el bosque como se encajaba en el angosto paso que el desfiladero permitía y en ocasiones tenía que atravesar la roca para abrirse paso. Decidimos quedarnos a comer el La Plaza y por 8€/persona comimos un buen menú a base de fabada, escalopines al cabrales, arroz con leche y bebida. (Bar Nuevo).

Cuando volvimos hacia donde estaban las motos aparcadas había junto a ellas una señora mirándolas con curiosidad. Yo pensé que nos iba regañar por haberlas dejado allí pero ella rápidamente inició la conversación interesándose por nuestras máquinas y nuestro viaje. Era una mujer mayor, alta, de manos fuertes, de hablar suave y educado. En un instante nos puso al tanto de los acontecimientos importantes de su vida, de cómo salió adelante en aquellas tierras, de cómo trabajó y luchó por un futuro mejor y de cómo se convirtió en la primera mujer de Asturias y de España en tener la licencia para manejar un tractor. Si le proponemos darse una vuelta en alguna de las motos seguro que acepta.





Dejamos La Plaza y entramos en el concejo de Somiedo por el puerto de San Lorenzo (1394 m). La carretera es ancha y tiene buen asfalto. Como expresa don Magín Berenguer en su obra “Rutas de Asturias”: 
Somiedo es un territorio que al estar emplazado en una de las zonas más accidentadas de Asturias, donde la montaña lo es todo, guarda para el visitante extraordinarios y asombrosos paisajes. Paisajes como el del espeso bosque llamado de Tibleos, formado por añosas hayas que dan un aspecto tétrico y salvaje al lugar: “Permita Dios que te vayas, más allá de los infiernos, al Principado de Asturias, al Concejo de Somiedo, hasta el monte de Tibleos, donde el diablo dijo: miedo”
En Pola de Somiedo terminaba la ruta de hoy. Llegamos a media tarde lo que nos permitió, después de instalarnos en nuestro alojamiento, Casa Cesáreo, dar un largo paseo por la población antes de la hora de cenar.






Pola está encuadrada dentro del Parque Natural de Somiedo declarado Reserva de la Biosfera en el año 2000 y esto ha supuesto un cambio en la vida social y económica del municipio, teniendo mucha importancia el sector servicios gracias al turismo. Ojalá que su buena oferta turística, los precios contenidos y la amabilidad de su gente les permita afrontar estos tiempos de crisis.

Un buen día de viaje. Mañana nos espera la Sierra de Ancares.


24 de agosto 
Pola de Somiedo- Villar de Otero (189 km)

Desde Pola ascendemos para coronar el Puerto de Somiedo (1468 m). Hace buena mañana, fresquita pero para ir en moto la temperatura es ideal. La panorámica durante el ascenso de la hoz del río Pigüeña es muy bella, ya en 1792 estos parajes inspiraron al insigne Jovellanos las frases de “temeroso asombro”.

De Piedrafita de Babia a Villablino, importante centro minero (carbón). A partir de aquí nuestra ruta va paralela al río Sil, cuyas aguas se remansan en los distintos embalses que jalonan su curso, y al ferrocarril de vía estrecha que para la explotación carbonífera de la zona construyera en 1919 la Compañía Minero Siderúrgica de Ponferrada, que fue la mayor compañía carbonera privada de España. Fue la última línea férrea de Europa en eliminar la máquina de vapor alimentada por el carbón propio. Al comenzar 1980 este tren sobrevivía en España con una tarifa de precios en las tres clases de viajeros que le hacían ser el más económico y popular transporte español. Hoy solo se utiliza para el movimiento del carbón. Viajando a través de esta historia llegamos a Estación de Páramo donde dejamos la carretera principal para adentrarnos en el territorio de Los Ancares Leoneses .

La lluvia hace acto de presencia lo que nos obliga a detenernos, ponernos el “equipo de agua” y conducir con precaución Nuestro alojamiento está cerca de la población de Villar de Otero. Es una bonita casa rural, Casona Los Trobos, situada al pie de la carretera que asciende hacia el Puerto de Ancares que será la ruta de mañana. Tomamos posesión de nuestra habitación, dejamos el equipaje, preparamos el recorrido de la tarde y bajamos hasta Vega de Espinareda con intención de encontrar un lugar para comer. El majestuoso puente medieval, de un solo arco, es el símbolo de una villa donde la agricultura y la ganadería tradicionales cedieron el paso, en su día, a la minería. Pero Vega estaba poco animada, nos costó encontrar un sitio para comer y donde nos quedamos, Casa Armando, éramos los únicos clientes; quizás hubo tiempos mejores.

Por la tarde llegaríamos hasta el valle del Burbia, donde termina el asfalto y comienza el reino de las trail pues desde el pueblo parten pistas que comunican con otras aldeas sin necesidad de hacer rodeos más largos. Nuestra ruta fue:

Vega de Espinareda-Valle de Finolledo-San Martín de Moreda-Penoselo-Burbia-San Martín de Moreda-San Pedro de Olleros-Villabuena-Cacabelos-Arganza-Ocero-Vega de Espinareda-Villar de Otero.

Burbia está situada en la parte más ancha de la cuenca con un fondo de cumbres que son el techo de Ancares, la forma de U del valle la conforman paredes de 1500-1750 metros de altitud. Es la alta montaña galaica. Burbia es una aldea propia de Ancares: calles estrechas, techos de viejas losas que en su día fueron de paja, muros de pizarras irregulares, corredores con barrotes tallados, madera de roble y castaño en puertas y ventanas. Tuvo un aserradero donde se confeccionaron durante años las traviesas para las vías de tren utilizando los robles de sus bosques. La iglesia de San Esteban luce orgullosa en la aldea. Y Burbia respira vida gracias a una juventud que intenta hacer rentables proyectos turísticos y poder vivir en el lugar que nacieron.



El regreso hacia Penoselo nos dio otra panorámica del camino. La carretera, suspendida en lo alto de un precipicio, remonta el Alto do Couso y pasa por ser la más peligrosa de la red ancaresa a pesar de ser ancha y estar bien asfaltada. La lluvia nos obligó a circular con mucha precaución.





Cuando el descenso no hace más que empezar aparece Penoselo, “villa de vértigo” con casas que cuelgan hacia el precipicio. Algunas aparecen renovadas, señal de que alguien vive aquí. Seguimos descendiendo con cuidado, si nos cruzamos con otro vehículo habrá que apartarse todo lo posible a un lado y el precipicio impone.


Finalizado el descenso sucumbe también la montaña y la vegetación cambia, aparecen encinas, brezos y prados. Alcanzamos San Martín de Moreda, localidad medio montañesa medio berciana. Como teníamos tiempo decidimos alargar la ruta y seguir hasta Cacabelos para retornar hacia Vega de Espinareda por otro camino. El recorrido es muy agradable y merece la pena hacer un pequeño desvío para entrar en los viñedos y bodegas del Palacio de Canedo:
“déjame contarte este sueño de Canedo…”
Y después de un intenso día de viaje y habiendo recorrido unos 190 km desde que salimos de Somiedo nos encontrábamos descansando en la Casona Los Trobos. La familia propietaria de la finca te hace sentir como en casa y disfrutar de la cena que habían preparado para esa noche fue el mejor remate de la jornada.

Mañana nos adentraremos en lo más profundo de Ancares, “la gran sierra galaico-leonesa”.


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25 de agosto 
Ancares (170 km)

Tierras que han permanecido siglos aisladas por lo que conservan una gran riqueza de valores etnográficos y naturales del noroeste peninsular, selvas umbrías que esconden en su interior especies animales a punto de desaparecer, son los últimos retazos de bosques autóctonos eurosiberianos que aún son dignos de ser llamados bosques.”

Amanece nublado pero parece que el dirá irá abriendo a medida que el sol se haga fuerte. El buen desayuno nos prepara para una jornada de montaña a través de la cordillera que recorre, de norte a sur, toda la línea que hoy separa Galicia de las tierras leonesas del Bierzo. Se trata de un gran macizo de granito y pizarra que alcanza casi los dos mil metros de altitud, con valles profundos y surcado de arroyos y ríos de montaña acogiendo los mejores arbolados del noroeste peninsular. Desde quién sabe cuándo el hombre se adaptó a vivir con y de la naturaleza de este territorio, una región que no parecía apta para el hombre y surgieron así “las pallozas”, las viviendas más antiguas de Europa y junto a ellas una forma de vivir única.

Partimos hacia Candín, la capital municipal, superando el Alto de Lumeiras (1048 m) desde el que se ve medio Bierzo, luego continuando hacia el fondo del valle a Pereda de Ancares donde cerca de la aldea se conserva lo que fue “un curral dos lobos” o trampa de piedra para atrapar a este depredador muy abundante hace años.

De pronto el sosegado trazado de la carretera asciende hasta los 1648 m del puerto de Ancares. En la cima hay un llano para aparcar y poder acercarnos al mirador de Balouta que mira a Asturias y al valle de las gargantas del Rao. La niebla que lucha con el sol hace aún más misterioso el paisaje que se observa.
Descendemos hacia Balouta, una pequeña villa asentada en la boca del valle del Mingatón que parece ser la tradicional vía de penetración del oso en Galicia desde las reservas asturianas. En Balouta se conservan en buen estado algunas “pallozas”. Me resulta curioso cómo se parecen estas antiguas construcciones con las “blackhouses” que encontramos, el pasado año, en las remotas Hébridas. Tengo que encontrar la razón de este parecido, quizás debido a condiciones climatológicas similares, mismo tipo de roca y de vegetación para construirlas y un sentido práctico del uso de la vivienda.




Dejando Balouta nos adentramos en uno de los recorridos más espectaculares que hemos hecho, las gargantas del Rao. El itinerario hasta Navia de Suarna va por una serpenteante carretera que se construyó a finales de los 70. En los primeros kilómetros se atraviesan las gargantas del Rao donde el río se encaja de forma salvaje formando a través del bosque un desfiladero sobrecogedor. Al salir del cañón se abre un ancho valle.






No nos cruzamos con nadie, estábamos solos inmersos en el aroma, el silencio y la calma del bosque. Tuvimos el privilegio de sentir la esencia, la nobleza del “último refugio”. Dejamos el río para llegar a Murias, Robledo, Folgueiras y finalmente alcanzar Navia de Suarna. El descenso es todo un espectáculo.


Navia de Suarna debió tener un señorial esplendor en el pasado. Callejas estrechas, el castillo que preside la villa y la llamada Ponte Vella, un puente medieval que se eleva sobre el Navia. Desde Navia a Pontes do Gatín donde nos salen al encuentro las leyendas de Ancares. No es extraño que en esta tierra dura pero hermosa nacieran leyendas, manías, conjuros y brujas. Es una tierra donde se rindió culto al sol, la luna, a los ríos y al fuego. Se habla de ánimas que profanan los bosques, de tesoros en antiguos castillos, de muertos que vuelven a la vida; de diablos que compran almas, como el que construyó el puente de Gatín:
"Cuando una mujer casada cruzaba el río Navia en pleno invierno para buscar leña al otro lado, se le apareció el diablo y le dijo “si me das lo primero que nazca en tu casa te construyo un puente para pasar al otro lado”. La mujer aceptó el trato sin saber que estaba embarazada, cuando lo descubrió se sintió en desgracia y pidió consejo a la “meiga” del lugar, ésta conocedora de las malas artes de Satanás, le aconsejó que hiciera parir a alguno de los animales de su casa; la mujer hizo mal parir a una de sus gatas y esa noche llevó al “gatiño” al río, al encontrarse con Satanás se lo entregó exigiéndole que cumpliese con su promesa, éste atrapado en su propio ardid, montó en cólera y transformándose en columna de azufre desapareció. Aquella noche todos los vecinos conocedores de la historia evitaron salir de sus casas pero estuvieron oyendo alaridos rabiosos y toda surte de sonidos aterradores y a la mañana siguiente pudieron ver sorprendidos que se había construido el puente"

También hay leyendas que hablan del hombre lobo pues el lobo es el animal más temido y de mujeres que se convierten en ciervas, como la leyenda del castillo de Doiras. Se va haciendo la hora de comer y decidimos avanzar hasta Ponte de Doiras. 





No es una población muy antigua y parece que surgió porque un matrimonio que volvió de la emigración montó un mesón donde se comía muy bien. Doiras cuenta con un curioso castillo que se ve desde la carretera y que tiene unos 500 años de antigüedad y está bien conservado. Es privado y parece que su actual dueño vive en Madrid.
“Cuenta la leyenda que en el castillo vivía la joven y agraciada doncella Aldara que un día desapareció misteriosamente. Pasados los años su hermano Egar abatió un hermoso ejemplar de ciervo. Como no podía cargarlo le cortó una pata, la guardó en el zurrón y se fue en busca de ayuda. Cuando mostró a su padre el tamaño de la pieza, la pata había cobrado forma de mano de mujer y lucía el anillo de Aldara. Padre e hijo comprobaron con horror que el animal abatido por una flecha en el corazón había recobrado la figura de la doncella. Un encantamiento la había convertido en una cierva como castigo por haber mantenido un secreto romance con el heredero de un rico señorío, enemigo de sus padres.”
Solo encontramos abierto uno de los dos mesones que hay en la pequeña localidad. De nuevo fuimos los únicos clientes del local que también debió tener mejores tiempos. Nos atendieron muy bien y por 10€/persona pudimos degustar embutido del país y una ternera en salsa deliciosa. Probablemente no hubo más comidas ese día a pesar de ser domingo.




Desde Doiras ascendemos ya a más de mil metros hasta Degrada, dejando a la derecha toda la cordillera y más abajo el frondoso bosque, en la altitud dominan los brezos y las matas de piorno. Muy cerca está Campa da Braña un buen lugar para emprender excursiones por la montaña pues un poco más arriba de la aldea y con unas magníficas vistas está el Albergue Club de Ancares y el Centro de Visitantes de Los Ancares gallegos de la Xunta.

Siguiendo la carretera que pasa por Donís llegamos a la aldea de las aldeas, Piornedo. No me pareció la más bonita y quizás el atractivo turístico de sus pallozas bien conservadas la ha perjudicado pero es un lugar de obligada visita. La visita hubiera sido corta de no haber coincidido con “la festa da pandeira” una fiesta popular de homenaje a las mujeres que tocaban y cantaban acompañadas de una enorme pandereta hace años por las aldeas. Fue un acto simpático y emotivo pues “las pandeiras” eran señoras de edad avanzada y más de una se puso nerviosa ante tanto público.







Dejamos atrás Piornedo y nos dirigimos a Suárbol, considerada la última aldea leonesa. Parece ser que esta villa ardió en 1957 y por eso ya no quedan pallozas. Una encrucijada de caminos llamada A Cruz da Cespedosa nos pone en dirección hacia el puerto de Ancares cerrando así el círculo que nos ha permitido recorrer esta zona que en el año 2006 la UNESCO declaró Reserva de la Biosfera.

La tarde está despejada y en el mirador de Balouta podemos admirar las espléndidas vistas de la comarca que la niebla de la mañana nos impidió. El descenso hacia Villar de Otero fue entretenido pues la carretera está bien y permite disfrutar de la conducción.

Recientemente una de las etapas más duras de montaña de la Vuelta Ciclista a España ha subido el puerto de Ancares y comentaba Perico Delgado que no sabría decir cuál de las dos vertientes era la más exigente, la gallega o la leonesa. Según decía, por el lado gallego el ascenso es más largo, más abrupto, un subir y bajar cumbres y collados; por la parte leonesa es más corto pero con una pendiente más pronunciada que parece precipitarse hacia la llanura del Bierzo. En cualquier caso el espectáculo de los grandes escaladores subiendo Ancares fue impresionante. En las imágenes que mostró la televisión se veía mucho público animando a los ciclistas; cuando nosotros pasamos unos días antes no había nadie, solo el bosque, la montaña y el silencio.





A eso de las siete de la tarde estábamos ya en nuestro alojamiento. Habíamos pedido la cena para esa noche y aunque había más personas alojadas en Los Trobos fuimos los únicos comensales pero la comida casera y la conversación con los dueños nos animó la velada. Es muy interesante conocer el punto de vista de estos pequeños empresarios sobre el esfuerzo que hacen para sacar adelante su negocio de turismo rural, que nosotros desde la ciudad podemos considerar idílico pero como nos comentaron Mª Antonia y Félix, sus propietarios, el invierno se hace largo y duro en estas tierras.


También saber cómo viven y cómo les afecta la realidad de estar metidos en un Parque Natural o más aún, una Reserva de la Biosfera, títulos que lógicamente deben comprenderse en su sentido por parte de quien las habita y sostenerse con inversiones económicas para mejorar la calidad de vida de sus pobladores. A veces esto no ocurre.

26 de agosto
Villar de Otero - Villafranca del Bierzo - Las Médulas - Pombriego. (122 km)

Después de un buen desayuno dejamos Los Trobos dudando si cambiar los planes y quedarnos una noche más en tan agradable lugar. Nuestro objetivo del día son Las Médulas, ese sensacional vestigio de la explotación de oro más gigantesca y ambiciosa de todo el Imperio Romano.

El café de media mañana lo tomamos en el elegante Parador de Villafranca del Bierzo, una atractiva población que se encuentra en el llamado Camino Francés o de la Peregrinación a Santiago de Compostela. Hay que confesar que dimos unas cuantas vueltas por la ciudad pasando por las mismas calles buscando el Parador, es más, pasamos varias veces por delante de su entrada sin percatarnos de ello así que finalmente y totalmente despistados preguntamos a unos paseantes que asombrados nos dijeron que estábamos delante de él; tanto bosque, montaña y caminos recónditos y resulta que somos incapaces de encontrar el Parador de Villafranca.



Desde Villafranca ascendemos hacia el Mirador de Corullón que ofrece una espléndida panorámica de la Sierra del Pico de Ancares. Un poco más adelante una pequeña y perdida carretera comarcal nos permite encontrar el camino hacia Las Médulas. Es recomendable ir primero a Orellán para acceder a la balconada y contemplar de conjunto ese paisaje “de fantástica belleza”.



En 1997 la UNESCO reconoció a este lugar como Patrimonio de la Humanidad. Aquí trabajaron diariamente, durante más de doscientos años, decenas de miles de obreros que nunca fueron considerados como esclavos; millones de toneladas de tierra removidas, cuevas en las que cabe una catedral, acueductos cortados en la roca, el mayor de los cuales mide 50 km, el lago de Carucedo que los ingenieros romanos se vieron obligados a construir para que el barro arrastrado de las aguas de la explotación no interrumpiera el curso del Sil. Efectivamente “el aspecto de Las Médulas es de fantástica belleza”.





Después de Orellán hay que volver a la población de Las Médulas donde se puede visitar el Aula Arqueológica, iniciar un paseo para ver algunas de las cuevas o si es la hora, comer. Desde Las Médulas desandamos un poco el camino para llegar a Puente de Domingo Flórez y tomar la carretera hacia Pombriego , donde teníamos reservado alojamiento para esa noche. Entrábamos en el dominio de los Montes Aquilanos.


Pombriego está en un tranquilo valle donde parece que el tiempo se ha detenido para descansar junto a la ribera del río Cabrera. El hotel rural, La Ferraría, está al final del pueblo y se llega a él por un pequeño camino que nos ofrece al girar en una curva una vista muy bella de la casa.


Fue construida por el abad Benito Zoube, procedente del Monasterio de San Pedro de Montes, animado por el auge de la herrería y empezó a funcionar en 1761. Gran parte del complejo fue destruido en la Guerra Civil quedando en pie la antigua casa. En 1999 se inició su reconstrucción manteniendo el estilo popular de la región:
“piedra para los gruesos y soberbios muros, cálida y sólida madera para los techos, puertas, barandillas y balconadas, losas de pizarra negra para brillar al sol sobre los tejados”
También en esta ocasión éramos los únicos huéspedes del alojamiento.
Dimos un largo paseo por el pueblo disfrutando del atardecer y la tranquilidad del lugar y terminamos la jornada degustando una buena cena en el hotel. Nos fuimos a descansar con la extraña sensación que supone ser los únicos clientes del establecimiento.
Mañana el regreso.


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27 de agosto
Valle del Silencio-Astorga-Madrid (530 km)

Como ruta de regreso nos planteamos adentrarnos en el Valle del Silencio situado en la otra cara de los Montes Aquilanos para llegar hasta la aldea de Peñalba de Santiago a 1093 metros de altitud a los pies del Guiana (1850 m).

Dejamos La Ferraría y volviendo sobre nuestros pasos salimos a Puente de Domingo Flórez. Entre Castroquilame y Vega de Yebra parte una pista forestal en buen estado que termina en Las Médulas…lástima de trail. Nuestra primera parada fue el Castillo de Cornatel, en el municipio de Priaranza del Bierzo, aureolado por toda una sarta de leyendas y que ofrece una formidable panorámica desde su emplazamiento. Era lunes y estaba cerrado.


En Ponferrada tomamos la carretera comarcal que nos llevaría a San Esteban de Valdueza y desde allí en un recorrido de 14 km para hacerlo muy despacio a Peñalba.  Peñalba descansa asomada a ese valle de impresionante belleza que es el Valle del Silencio. El pueblo está muy cuidado y destaca la iglesia mozárabe de Santiago “la más bella obra de nuestro arte cristiano del siglo X”. En un paseo de media hora al borde de un despeñadero se encuentra la cueva que habitó allá por el año 895 el ermitaño San Genadio,
“dicen que cierto día estaba meditando en su cueva, pero el murmullo del río no le permitía concentrarse, así que golpeando con su cayado, dijo:¡cállate! Y el río dejó de hacer ruido…”





Dejando Peñalba, a unos 4 km, una derivación nos acerca a otro bello paraje: Montes de Valdueza (980 m), bastante menos cuidada que Peñalba pero que sorprende por la presencia del monasterio de San Pedro (siglo XI) que fue pasto de las llamas en 1842 y que hoy aparece en estado ruinoso pero que bien merece una visita. De aquí partió el monje Benito Zuobe que atravesando las montañas y evitando que le comieran los lobos llegó hasta Pombriego donde mandó construir “la ferraría”. En esta aldea no encontramos a nadie. El monasterio se puede visitar pero no los lunes y hay una cantina donde poder tomar algo que tampoco estaba abierta. De vuelta hacia Ponferrada paramos en San Esteban de Valdueza a comer donde Nando “se apretó” un entrecot que ya le hubiera gustado pillar a San Genadio en su retiro.




La tarde era para regresar pero no teníamos muchas ganas de salir a la autovía así que atravesamos los Montes de León por una ruta muy interesante: Molinaseca, de gran tradición jacobea, Riego de Ambroz, con los llamados “Puentes del Mal Paso”, El Acebo, pintoresco y rústico pueblecito. Desde aquí parte una pista…lástima de trail, a Esteban de Compludo, muy bello lugar, “sito en un recóndito valle, donde crecen los castaños y nogales, y maduran sabrosas uvas y hasta los olivos”. Nosotros llegamos hasta aquí, dando un rodeo desde Ponferrada por Salas de los Barrios buscando el paso hasta El Acebo pero tuvimos que regresar por el mismo camino porque la pista no estaba apta para nuestras motos.

Más arriba de El Acebo, Manjarín, la última aldea berciana, e, inmediatamente el Puerto de Foncebadón (1512 m) que corona la famosa Cruz de Ferro, sencillo monumento constituido por una pequeña cruz clavada en lo alto de un mástil de unos cinco metros y que a su vez se levanta sobre un montículo artificial “formado por las piedras que los peregrinos depositaban en su marcha”. Cumplimos con el rito.


Y camino ya de Astorga merece una parada Castrillo de los Polvazares “esencia de la maragatería” pero que pasamos de largo porque era ya tarde y el cansancio se hacía notar. Todavía nos quedaban unas tres horas de viaje.

En Astorga nos metemos en la autovía hacia Madrid y como muchas veces pasa en los viajes, en la última parada para repostar, comentamos que nos parecía un sueño haber estado por la mañana en el Valle del Siliencio y que “el último refugio, la tierra de los zoelas esté tan solo unas cuatro horas de Madrid”
1500 km
¿Cuán lejos hay que ir? A veces la sorpresa salta a las puertas de casa.”

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Equipo Ancares 2012
Nando Dívar (Kawasaki ER-6)
José Ramón Noguerol (BMW R1200RT)


Muchas gracias por su colaboración en viajes a:

Ignacio Traba de TM SEGURIDAD
Ángel Martínez y su equipo de MOTOS ULLA



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