Una desconocida para mí. La sierra de Cebollera se encuentra en el camino que hay de Soria a Logroño, la N111, un paisaje que en la actualidad es verde pero que no hace mucho no era así.

Salgo de Madrid a las nueve menos cuarto de la mañana, un poco  tarde para ser agosto y dado el plan de ruta que me llevará a recorrer 630KM entre las carreteras de Barcelona y la de Burgos.  La autovía de Barcelona será mi compañera durante los primeros 150KM de excursión. Todavía está en obras y son varios los tramos de a 80KM por hora, algo pesado si hubiese tráfico pero al no haber casi vehículos se lleva bien.  Soy respetuoso con la velocidad pero me despisto un breve rato y  el marcador se aproxima a los 140KM cuando un coche camuflado de la GC en una posición imposible queda a mi derecha. No sé si salgo retratado o no,  muy justo iba pues tengo comprobado que mi marcador tiene un error entorno al 5% de más. Abandono la NII a la altura de Medinaceli.  Como estuve comiendo hace poco allí, esta vez no me paro y continúo mi ruta, pero si no, merece la pena parar y darse un paseo.

Hasta Soria el trayecto transcurre por una mezcla de autovía y carretera en vías de convertirse en autovía. El trayecto con casi nada de tráfico se hace rápido y para cuando me quiero dar cuenta estoy en Almarza tomándome un pincho de tortilla. Son las once de la mañana y el bar está lleno de hombres, dos mesas jugando a las cartas y unos carajillos en vuelo.  Este pueblo no es que tenga nada en especial, pero está  muy cuidado.

A poco de retomar la carretera empiezan a aparecer carteles que indican que el acceso al túnel de Piqueras está abierto. Es ésta una zona de frío invernal y nevadas que te pueden sorprender entre octubre y mayo.  Poco antes de empezar el túnel un cartel te invita a salir para subir al Puerto de Piqueras (1.710 metros), opción recomendada como os podéis imaginar.




La ascensión es un placer, dos carriles, asfalto en perfecto estado, ausencia absoluta de tráfico pues todo el mundo va por el túnel, curvas cerradas pero con tanto carril casi son abiertas, esforzados ciclistas entrados en años ascendiendo el puerto.


La subida es corta y arriba sopla una brisa muy agradable. No hay muy buenas vistas hasta que bajas un poco y te paras en el  mirador que hay en mitad de una curva cerrada a izquierdas. Desde allí se puede observar perfectamente la Sierra de Cebollera t dos carteles te explican como era antes y que picos se pueden observar.  Estamos en la comarca Tierra de Cameros, profundamente enraizada con la trashumancia. Los parajes - ahora llenos de pinos, robles y hayas -  hace cien años eran pasto para las ovejas.


El clima extremo del lugar obligaba a los pastores a marchar con las ovejas en busca de mejor clima y pastos hasta tierras de Ciudad Real y Cáceres y allí estaban desde San Miguel a San Juan,  nueve meses fuera de sus hogares durante los cuales eran las cartas las que les mantenían en contacto con sus familias. Los cambios económicos de principios del siglo XX cambiaron su forma de vida y con el abandono de los rebaños transformaron este paisaje en el bosque que se ve hoy día.

Retomo el camino y bajo el puerto, en peor estado el asfalto pero bonita bajada que muy pronto enlaza con la salida del túnel de Piqueras. A los pocos kilómetros para en el centro de interpretación de la trashumancia. Sitio muy bonito, con una edificación de piedra que tiene el centro de interpretación, un hostal  y una terraza estupenda para tomarse un algo.

Desde aquí se pueden hacer rutas a píe por la zona si bien para ello es mejor ir a Villoslada de Cameros,  uno de los principales centros de población en tiempos de la Mesta.  Esta pequeña población es el centro de hasta ocho rutas andando por esta sierra cuyo momento ideal para visitarla es, quizás, el mes de octubre para disfrutar de los colores del otoño y de la berrea de los ciervos.

Continuo el camino por la carretera LR333 camino de Montenegro y del puerto que lleva su nombre, dejando el desvío hacia un tentador puerto de Santa Inés y la Laguna Negra del Urbión, allí donde nace el río Duero. Estoy saliendo de la sierra de Cebollera y a mi izquierda iré dejando la sierra de Urbión y de la Demanda, quizás incluso esté atravesando en parte estas sierras. 

La ascensión al puerto de Montenegro (1.582 metros)  es muy tendida por un paraje completamente diferente, sin apenas arbustos o arboles parece mentira que tan solo unos kilómetros atrás fuera todo tan verde.


Estoy en mitad de una reserva de nacional de caza. La carretera está en muy buen estado, pero es zona de ligeros desprendimientos y en el asfalto te puedes encontrar alguna que otra piedra.


La bajada de este puerto  enlaza  ocho curvas de 180 grados hasta llegar abajo, en donde el  paisaje vuelve a cambiar y la carretera transcurre durante muchos tramos pegados a un río y encajonada entre paredes de piedra.  Es el momento de pasar por algunos pueblos en los que apenas ves a alguien, en contraste con otros más bulliciosos por ser la hora del aperitivo. Salirse de las carreteras principales y atravesar estos pueblos alejados del ruido te traslada a otros tiempos. Los bancos situados en mitad de una curva con el río a la espalda para que los paisanos miren lo que pasa por la carretera, los niños bañándose en la calle aprovechando una cañería rota o la piscina improvisada en el cauce de un río a la que van todos los del pueblo.


El trayecto continúa dejando a la izquierda la laguna de Urbión a cuatro horas andando, bordeando el bonito pantano de Mansilla y cambiando de paisaje cada pocos kilómetros.



Voy por la carretera LR113 y me desvío hacia Vizcaínos dirección a Barbadillo del Mercado. Esta carretera al igual que la que me llevará hasta Covarrubias, la CL110, es un placer con un asfalto razonablemente bueno,  un camino llano con sus ligeras curvas y  bordeado por una vegetación no muy exagerada pero que distrae de la intensa luz que hay este día de agosto.

Comida en Covarrubias, precioso pueblo con mucha historia y muy próximo a santo Domingo de la Calzada que invitan a organizar una nueva escapada.

Ya de regreso en Madrid, han sido diez horas de excursión por unos parajes que merecen una escapada mas detenida en otoño.

Diego

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